sábado, 29 de agosto de 2015

El esclavo de la reina

No supo si tardaron una hora o más en cavar hasta un metro y medio de profundidad, donde el barato ataúd de metal que contenía los restos de Cleo quedó por fin al descubierto. Por un instante, la lluvia repiqueteó contra la tapa, y Francis esperó extrañamente que el ruido no perturbara el sueño de la reina egipcia. Luego, sacudió la cabeza y pensó: <<Esto le gustaría. Toda emperatriz se merece un esclavo en la otra vida>>.

-John Katzenbach, La historia del loco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario