miércoles, 19 de agosto de 2015

Cuestión de salmones

A veces, durante la primavera, desde que me dieron de alta en el Western y tras instalarme en mi cuidad, cuando iba a la escalera para peces para contar los salmones que regresaban para el Wildlife Service, detectaba las sombras plateadas y relucientes de los peces y me preguntaba si sabían que el hecho de volver al lugar donde habían nacido para renovar el ciclo de la naturaleza les iba a costar la vida. Con la libreta en la mano, contaba los peces y solía combatir el impulso de advertirles de algún modo. Me preguntaba si tendrían alguna pulsión profunda, genética, que les informara de que volver a casa los mataría, o si todo era un engaño que aceptaban con gusto ya que el deseo de aparearse era tan fuerte que ocultaba la inevitabilidad de la muerte. ¿O eran como soldados, a los que se daba una orden imposible y evidentemente mortal, y decidían que el sacrificio era más importante que la vida?
A veces la mano me temblaba cuando hacía las anotaciones en la hoja de cómputo, tanta muerte latente pasaba frente a mí. En ocasiones lo entendemos todo mal. Así, algo que parece peligroso, como el inmenso océano, es el realidad seguro. Lo que es conocido, como el hogar, es de hecho más amenazador.

-John Katzenbach, La historia del loco.

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