martes, 14 de julio de 2015

Carta al director: La noche de San Juan, publicado por El Adelantado de Segovia

Carta al director: La noche de San Juan, publicado por El Adelantado de Segovia


La noche de San Juan me recuerda mucho al libro Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare, y no es de extrañar pues tienen muchas similitudes. Esta celebración es tan mágica como el argumento de la obra del maestro británico y además tienen lugar en la misma estación del año.
Hace muchos, muchos años, la gente creía que el Sol estaba enamorado de la Tierra y no quería apartarse de su lado, cosa que era prácticamente imposible. Pero hubo, y sigue habiendo, un día en el que su estancia juntos puede dilatarse: la noche del 23 de junio, la más corta del año, ligada al solsticio de verano con una diferencia de dos días. Es una noche cargada de simbolismo, pues la luz le gana el pulso a la oscuridad, y de magia, de ahí los rituales de la Noche de San Juan de los que todos hemos oído hablar, desde saltar la hoguera siete veces para purificarse y tener suerte durante el resto del año hasta escribir y quemar posteriormente todas las cosas malas de las que deseamos deshacernos.
Pero aún más interesante me parece la creencia de que si te asomas por la ventana el día 24 de junio te encontrarás con el amor de tu vida. Creer o no creer, he ahí la cuestión.
Sea como fuere, a pesar de haber innumerables leyendas, ninguna de las cuales me atrevo a mencionar ya que hay tantas historias como culturas, y un sinnúmero de rituales, la mayoría basados en las propiedades purificadoras del agua, fuego y diversas plantas, estoy segura de que esa noche es especial para todos nosotros, lejos de sentir que el día no se acaba nunca. "El cambio de tiempo también nos afecta" dicen constantemente, y razón no les falta. Tratándose entonces del cambio de estación mucho me temo que para más de uno el calificativo <<especial>> se quedará corto. A estos les aconsejo entonces observar por la ventana el 24 de junio, confiando en que los efectos no sean peores que los del cambio de estación.

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