sábado, 26 de septiembre de 2015

Agua.

Por esto mismo me encanta nadar; dentro del agua no hay leyes. No hay carreteras, no hay edificios, habitaciones, cárceles ni nada que te obligue a permanecer en un lugar o seguir por un línea determinada. Nada. No hay nada. Sólo azul, agua, colores, vida, libertad, silencio. Nunca un ser vivo marino habrá nadado por el mismo sitio dos veces seguidas. ¿No es algo increíble? Incluso hay zonas del océano que todavía desconocemos, por donde ni siquiera el Nautilus de Julio Verne habrá navegado. El mar es algo mágico; bien puedes nadar hacia arriba, hacia abajo, hacia delante, hacia detrás, hacer volteretas hasta que llegué el momento en el que no localices la superficie...nada está escrito, no hay normas de circulación, no hay reglas. La gravedad y la fuerza de flotación descubierta por Arquímedes chocan, y el cuerpo lo nota, ¡vaya que si lo nota! El sentirse en medio de esa inmensidad azul es una sensación única, muy diferente a estar en tierra firme o a 4.000 metros de altura.
Por eso mismo mi princesa Disney favorita es Ariel, y que lo sea mucho tiempo.




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