Eran
borrajetos de pintura; cuadros modernos, arte abstracto. Chorretones sobre un
fondo blanco. Puntos de mil colores, montículos de pintura, figuras geométricas
superpuestas que creaban sombras (solo Dios sabe si con alguna intención o
significado). Todos los tonos de una paleta se amontonaban en cada superficie,
una explosión de colores. Quizá a propósito; quizá por casualidad. Por no
entender no se entendían ni los títulos.
—No busques
formas ni significados, seguramente esa no era la intención del pintor —le
aconsejó él.
—Pues yo
aquí veo una cabeza de res. En los demás, nada. No sé cómo apreciar este tipo
de arte —añadió Tis.
<<¿Cómo
estudiarán los de Historia del Arte este estilo tan abstracto? ¿Sabrán
diferenciar varios por su nombre y autor cuando los vean?>>, pensó para sí.
—Simplemente
míralos y observa lo que interiormente te hacen sentir. Se ve que primero agitó
una brocha para hacer los puntos y después puso esta gruesa capa de naranja.
¿Lo ves? Sino los puntos también estarían encima y no solo en el
fondo.
—Sí, es
verdad.
—Y luego
puso los cuadrados encima, que de hecho están en el cristal que lo enmarca, de
ahí que haga sombra.
—O sea que
¿este arte se puede apreciar de esta manera, adivinando su proceso de
elaboración?
—Puede ser
una forma de empezar —la miró. Ambos sonrieron.
Pasaron
de largo con el resto de cuadros y obras que había en la casa de las vacas y se
volvieron a parar en el último.
—Una
caracola —dijeron al unísono.
Tuvieron que
esperar antes de acercarse a la descripción, pues había una mujer haciendo una
foto a su hijo al lado del cuadro. Nadie hacia fotos a ningún otro, parece que
ese era el único que tenía algo de sentido, precisamente por recordar a algo
que identificamos con un objeto conocido.
<<Solo
tiene "sentido" cuando podemos identificarlo con algo
"real". Quizá el resto tenga aún mas significado por ser algo creado
por el pintor, y sin embargo lo menospreciamos por no entenderlo. Como todo en
esta vida>>.
Desde ese
momento empezó a envidiar a los pintores abstractos por ser capaces de inventar
de verdad.
A dos pasos
de la puerta de salida —la misma por la que entraron—, había otra en la que
rezaba "privado". En efecto, Tis la abrió y tiro de Lucas hacia
sí.
—Pero ¿qué
haces? Aquí no se puede estar —gritó alarmado mientras ella cerraba lentamente
la puerta.
—Ya.
Lucas no
entendía nada, se estaba poniendo nervioso, se había bloqueado. Tis se empezó a
quitar el pañuelo del cuello mientras daba pasos hacia él. Acto seguido lo alzó
y rodeó el suyo con la tela. El muchacho todavía seguía sin reaccionar.
Ella tiró
del pañuelo y le besó. Fue un contacto seco, labio con labio. Entonces Lucas
soltó una gran bocanada de aire, como si lo hubiera estado aguantando desde que
entraron en esa zona prohibida. Le volvió a besar, esta vez despacio, tras humedecerse
los labios. Le aprisiono y succionó el labio inferior; hizo lo mismo con el
superior. Él relajó completamente su cuerpo y dejó que Tis le empujara hacia la
pared. Se percató de que, al tiempo que ella repartía besos por su cuello, su
camisa estaba siendo desabrochada. Pero, contrariamente a lo que hubiera hecho
en otro momento, no opuso resistencia. Ni podía ni quería. Y ahí fue cuando
Lucas se dio cuenta de que era todo suyo.
—Quiero que
me sigas enseñando cómo interpretar los cuadros —le suplicaba, a pesar de no separar
sus labios de su boca—. Enséñame Historia —y le besó—, nombres y curiosidades
sobre las plantas —volvió a besarle, y así reiteradamente con cada orden que daba—,
háblame de libros, háblame de poemas, de la vida y sus misterios.
—No dejes de
hablar —le miró fijamente—, fóllame con palabras.
Entonces
Lucas le cogió la cara, le retiro el pelo y la beso bruscamente, hasta apoyarla
en la pared contraria. Poco a poco, beso tras beso, fue introduciendo la lengua
en su boca. Estos se hacían cada vez más profundos.
—Te hablaré
de besos —la besó—, te hablaré de caricias —le tocó suavemente el brazo. Se le
erizó la piel a medida que iba descendiendo su mano.
—Te hablaré
de mordiscos —continuó, y le mordió la mejilla. Tis dejó escapar una leve
carcajada.
—Te hablaré
del contacto —prosiguió, levantando su pierna, y juntó su sexo con el de ella.
Ambos
cerraron los ojos mientras se apretaban, cuerpo con cuerpo. Se rozaban, se
tocaban.
Lucas se
distanció un poco y le desabrochó los pantalones; ella se los bajó y quitó del
todo. Él por su parte, apenas se abrió un poco los suyos y se colocó un
preservativo. Después se volvió a acercar y le levantó la pierna otra vez. Tis
la mantuvo apoyada en su cintura mientras él le introducía su pene. Al notar
este primer contacto ella dejó salir de su boca un gemido. Lucas se la tapó y
siguió penetrándola, muy poco a poco, oliendo su pelo y exhalando aire abrasador
sobre él. Después con fuerza, con ganas. Muchas ganas. El ambiente de la habitación
se fue cargando con las embestidas y gritos ahogados. Sudaban.
Tis creía
que en cualquier momento iba a desaparecer, que explotaría y se convertiría en
uno de esos cuadros multicolores. Con cada embestida sentía más cerca el cielo,
el universo. Le sangraban los labios de morderlos con tanta fuerza, no
soportaba tanto placer. Lucas le agarraba con fuerza la pierna alzada,
dibujando pliegues en sus carnes que recordaban al Rapto de Perséfone de
Bernini. La otra mano la tenía apoyada en la pared, al lado de su cabeza.
De repente
paró.
Le cogió
ambas piernas y la levantó en vilo. Se dio la vuelta con ella en brazos y la
sentó en un montón de cuadros apilados. Se quitó la camisa, ya completamente
desabotonada, y le quitó la camiseta a Tis. Dirigió sus labios hacia su pecho
sin compasión, con sus manos sujetando su cintura. Ella arqueó su espalda y
cuello como si de un bostezo se tratara. El pene fue de nuevo introducido y
continuaron por donde lo habían dejado, al puro estilo de Leda y el cisne
de Steven Kenny...
Hicieron el
amor en un lugar prohibido, silencioso, artístico. Tratando de mantener ese
silencio, confiando en que la música swing que un grupo de gente bailaba fuera
de la casa disimulara sus gemidos. Hicieron de lo prohibido un arte.
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