miércoles, 10 de agosto de 2016

Aristóteles y la metafísica.

Los escritos de Aristóteles fueron heredados por un discípulo, Neleo, a la muerte de Teofrasto, y acabaron depositados en una habitación subterránea. Después de varias peripecias, fueron a parar a manos de Sila, que conquistó Atenas en el año 86 a.C. Ya en Roma, se ocupó de ellos un gramático que los hizo copiar. Muchas de esas copias llegaron a Andrónico de Rodas, un peripatético del siglo I a. C., que los ordenó y editó. A él se debe la primera edición del Corpus Aristotelicum. Se cuenta que en la organización de estos escritos, Andrónico encontró unos pequeños "fascículos" de diverso contenido y que, por lo extraño de sus temas, no sabía cómo ordenar entre las otras obras que estudiaban cuestiones más conocidas: el lenguaje, los fenómenos de la naturaleza, la vida de los animales, las costubres de los hombres, la organización de la ciudad, etcétera. Esos escritos "inclasificables" los colocó detrás de los que trataban de física. Y al ponerlos en tal lugar los llamó "los que van detrás de los libros físicos". Este nombre casual habría de constituir uno de los grandes dominios de la filosofía: la metafísica.


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